viernes, 13 de mayo de 2011

Pueblo 1/ 7

Monte

La mira y cree que el tiempo no se ha detenido. ¡Tantos años y sigue siendo igual! Está apoyada de la pared del inmenso comedor de su casa. Su pintura verde se ha desvanecido por pedazos, pero conserva el brillo del metal en las partes peladas.  Toca las gomas y las palpa lisas de rodar, pero sin ningún pinche. El manubrio con sus manecillas originales, una plaquita fosforescente en la parte delantera, justo debajo del canasto, aun blanco, y otra, en la parte trasera, debajo de la  parrilla del pasajero, justo arriba de la placa. Por último,  la campanita en el mismo lugar de cuando era nueva.
Se parece mucho al pueblo donde descansa.  El pueblo donde nació su padre, su madre, sus hijos y él. El pueblo donde conoció a Mercedes, donde construyó su casa y donde comenzó a montar su bicicleta. Encallado en algún lugar del noroeste,  a su pueblo ninguna brisa le entorpece su lenta y persistente decisión de envejecer.
Roberto no  decide si salir o no a dar una vuelta en ella y recorrer esas calles, conocidas, sabidas, anchas. Parece que la misma indecisión embarga a su pueblo, aquel lugar  testigo de una historia hermosa, albergue  de un reloj prestado, cuna de una generación épica y dueño de una montaña que  besa el Mar.
Don Roberto no sabe si usar o no su vieja bicicleta y salir a recorrer las esquinas, las calles y las lomas de su pueblo. No sabe si quiere volver a observar los chivos comiendo cartón y los niños saliendo de la escuela . No sabe si quiere ver las salinas vacías, el reloj que  ya no suena o simplemente recordar que los héroes ya murieron.

Ana Magnolia Méndez
Mayo 13/2011
Santo Domingo de Guzmán, RD

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