domingo, 8 de mayo de 2011

Fe


Vivía en una aldea, rodeado de desiertos, montañas  y cuevas. Su trabajo de militar le aseguraba el sustento de su familia y de otras ocho que lo ayudaban a pastorear su gran rebaño de ovejas. Tenía el concepto de que el trabajo era el único medio con el cual el hombre  dignifica su presencia en el Tierra y por ello les exigía a todos sus empleados que se portaran tan afanosamente como él.

No visitaba las sinagogas, no sabía leer y pocas veces oró.

Un día, uno de sus empleados, tuvo un fuerte, punzante y ensordecedor dolor en el costado izquierdo de su cuerpo. Con la ayuda de los demás pastores fue llevado a la casa de su patrón.  Allí fue recibido y cubierto en mantas,  mientras era esperada la llegada de algún doctor.


- Se trata de un tipo de ataque mortal, no creo que dure más de un día- dijo el médico

Su patrón no creyó en aquellas palabras.   


-  ¿mi mejor cuidador de ovejas? – dijo

Pronunció, delante del médico, siete palabras de negación y ordenó que le fuera ensillado un caballo pues, el mismo, saldría en busca de otro médico.  No había terminado de dar la orden cuando el caballo ensillado estaba en la puerta de su casa.   Lo montó  y salió.


Cabalgó por horas, preguntando en cada aldea si conocían a algún doctor. Conversó con varios médicos y, al narrarles el caso, todos consideraban innecesario ir a la casa del centurión: su criado ya debía haber muerto.

El centurión no acepto las negativas y continuó cabalgando.  El cansancio de su caballo era evidente, por lo que decidió detenerse en un poblado, cerca de un pozo, a tomar agua y a discernir si continuaba  su búsqueda al norte o al sur.  Observó que un tumulto estaba reunido  alrededor de un hombre joven, alto, de piel aceituna, pelo crespo, que les hablaba de forma muy convincente. Preguntó a otros hombres que merodeaban el pozo, quien era aquel. 


-    Se trata de uno de tantos que dicen ser el Mesías y que anda predicando por toda la región, seguido de un grupo de discípulos . Dice la gente que sanó a un ciego de nacimiento. 





Lo sintió en su corazón. Ese hombre era a quien él estaba buscando. El sanaría al  pastor.

Domingo 8 de mayo de 2011
Magnolia Méndez-Cabrera
San Pedro de Macorís

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