lunes, 23 de mayo de 2011

La esquina de las hormigas

Tengo muchas cosas que hacer y no he podido escribir esta semana. Pero, no deseo perder la costumbre, y aquí publico un cuento escrito en el año 2008 durante un taller de escritura creativa:


La esquina de las Hormigas

Se pararon frente a la casa de doña Brígida sin ningún temor.  Aquello de que convertía los niños en sapo y que se transformaba en culebra, aumentaba el espíritu  aventurero de sus ocho años. 

Hoy, desde la esquina de tu expiación, escuchas el murmullo de tus hermanos, quienes, en otro cuarto, ven tus caricaturas favoritas.  Tratas de no angustiarte con el sonido incomprensible de la televisión y te dedicas a observar una línea de hormigas negras que salen del “toma-corriente” y se dirigen, rápidamente, a un pedazo de chocolate que rueda en el piso.

Las hormigas son ágiles y se ayudan en la labor de cargas los trocitos de chocolate; decides  romper su marcha y con tu dedito pisas un grupo de hormigas; las demás se alborotan y dispersan, pero ninguna se acerca a observar las hormiga que tu dedo asesinó.  Piensas que tus hermanos son como esas hormigas cobardes, pues mientras tu sufres hincando por la  represión injustificada de tu madre, ellos ni siquiera se acerca a ver si vives o estas muerto.

Víctor no era así.  El siempre estaba contigo y te apoyaba en cualquier circunstancias.  Sonríes recordando cuando llegabas del colegio y él te estaba esperando en el frente de tu casa.  Te preguntaba enseguida como te había ido en el colegio y si tenías muchas tareas que hacer.  Te comentó, en algún momento, que si el fuera a la escuela de ayudaría con tus deberes y así tendrían más tiempo para jugar.  Hoy Víctor está en una Escuela, gracias a tus hermanos y a doña Brígida y quizás aprenda muy pronto a leer o a escribir, sin embargo, ¿quién jugara contigo cuando el castigo termine? ¿Que es mejor, estar en una escuela lejos de papá y mamá o vivir con ellos y jugar todo el día?   Tú no entiendes como funciona el mundo, ni que es eso de no tener dinero, no encontrar trabajo, ni que un niño pueda vivir lejos de su papá y su mamá  solo porque ellos siempre lo dejan jugar.

En el fondo te culpas.  Si no te hubieras apresurado,  los chismes de tus hermanos no hubieran sido efectivos y simplemente todo caminaría como una marcha de hormigas hacia su alimento.

Pero aquel día fue especial.  Víctor  te estaba esperando con las manos detrás de la espalda y una sonrisa que delataba una gran noticia.  Enseguida lo viste, te acercaste a él y te dijo:

-          ¡Justin, conseguí la forma de ver el baño de Doña Brígida!

Te quedaste mudo.  Doña Brígida era la bruja del barrio,  que por muchos años fue  más vieja que tu abuela, pero que,  de un momento a otro y gracias a sus  conjuros mágicos, logró que su nariz, sus nalgas y su frente cambiaran y se volvieron iguales que a las de tu madre.

Se comentaba que todas las tardes tomaba baños en azufre caliente; que por las noches se montaba en su escoba y volaba hasta la casa de los niños recién nacidos para chupárselos; que había convertido a un perro en gato y que por culpa de ella el papá de Víctor no conseguía trabajo.  Los rumores eran diversos pero el más interesante era, precisamente, el proceso en el cual Doña Brígida ingresaba al baño de azufre  hirviendo,  saliendo sin quemarse.

Te extasiaste ante la sola idea de ver a la bruja dentro del agua hirviendo y no te percataste de que debías cumplir con el ritual de las hormigas e ir a tu casa, hacer los deberes y luego pedir permiso para jugar un ratito antes de la puesta del sol.  Pero no, saliste huyendo con Víctor  ansioso de confirmar el mito de la Bruja Brígida.

Tus hermanitos, esos mismo cuyas risas escuchas en este momento, deben sentirse felices; al fin fuiste castigado por el hecho de jugar con otros niños que no fueran ellos.  Víctor, tu único amigo, ya está en la Escuela, aprendiendo a leer, matemáticas y a escribir, mientras sus papas, solitos en la casa, siguen buscando trabajo.  Doña Brígida continúa siendo bruja, y tú, confinado en un rincón de tu casa, matas con tu implacable dedito, todas las hormigas que salen del conector del luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario