lunes, 26 de diciembre de 2011

Primera entreda fallida. Veamos esta
Estoy practicando para un proyecto que deseo iniciar en enero en el blog lyspucmm que llevo junto a mis alumnos de la PUCMM.  Y quien mejor para practicas que mi Fidel.  Aquí les dejo un video:

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martes, 1 de noviembre de 2011

Suerte o Compromiso

Uno tiene suerte o esta comprometido

Después de varios meses sin poder escribir, hoy lo hago en base a:

  1. Estoy siguiendo en Twitter a @QueLeer. En un twintcam estuvo el escritor Santiago Gamboa, quien dejó este consejo para los escritores novatos: Lee Mucho, escribe mucho y largate de tu casa, viaja mucho.
  2. Ya esos unos años, sentí como Juan Bosch me regañaba cuando leí: "El que nace con la vocación de cuentista trae al mundo un don que está en la obligación de poner al servicio de la sociedad."
  3. Un evento, con un bebe cuya madre falleció, me abrió el tema para continuar escribiendo

La pregunta es: tengo suerte? O tengo un gran compromiso?

Muchas veces sentimos que tenemos Suerte, que somos muy dichosos, que la Misericordía de Dios ha alcanzado todos los lugares de su vida. Por ejemplo, Dios nos ha hecho promesas de bienestar, que vemos cumplir, día a día en nuestras vida, mientras otros desearían tener nuestra misma Suerte.

Pero, siendo el Dios en que creemos, un Dios justo, ¿cómo es posible que nos prometa a nosotros tantas cosas hermosas y existan personas que no tienen la misma Suerte que nosotros?

En algún momento, escuché a alguien despedirse de otro y decirle: Buena Suerte y la respuesta fue: Los Cristianos no tenemos Suerte.

Y esa es mi reflexión: tenemos o no tenemos suerte los cristianos. Mi respuesta es que no, los Cristiano no tenemos Suerte, nada de Suerte.

Lo primero es que somos hijos de un Dios que nos ama a todos, de igual forma, a todos. Buenos y malos, nos ama a todos. La base de nuestra Fe es que Dios, en la persona de Jesuscristo, murió por nosotros y luego resucitó. Pero no lo hizo por uno, o por otros, sino por todos y todas.

Los Cristianos no tenemos Suerte, lo que estamos es muy comprometidos.Compelidos a ser diferentes, alegres, distintos. Comprometidos a realizar cosas por amor, ese amor loco que se dá hasta que duele. Mi reflexion, poco profunda, termina con esta versiculo biblico:

Parábola de los talentos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Mateo > Parábola de los talentos(40:25:14 - 40:25:30)
Porque el reino de los cielos será semejante a un hombre que alemprender un viaje largo, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
Parabola de los talentosA uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro, uno. A cada uno dio conforme a su capacidad y se fue lejos.
Inmediatamente, el que había recibido cinco talentos se fue, negoció con ellos y ganó otros cinco talentos.
De la misma manera, el que había recibido dos ganó también otros dos.
Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinerode su señor.
Después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos.
Cuando se presentó el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos y dijo: “Señor, me entregaste cinco talentos; he aquí he ganado otros cinco talentos.”
Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor.”
Y cuando se presentó el que había recibido dos talentos, dijo: “Señor, me entregaste dos talentos; he aquí he ganado otros dos talentos.”
Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor.”
Pero cuando se presentó el que había recibido un talento, dijo: “Señor, yo te conozco que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.
Y como tuve miedo, fui y escondí tu talento en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo.”
Su señor respondió y le dijo: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Sabías que cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí?
Por lo tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, habría recibido lo que es mío con los intereses.
Por tanto, quitadle el talento y dadlo al que tiene diez talentos.
Porque a todo el que tiene le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera.” Allí habrá llanto y crujir de dientes.


jueves, 21 de julio de 2011

Recordando a Facundo

Recordando a Facundo, quien de seguro, está feliz con Jesús y Sarah:

Dejó la escoba, se lavó las manos, siguió cantando pero muy bajito. / No se peinó ni lavó los pisos; se quemó el pastel, se cambió el vestido. / No leyó los diarios y cerró los libros, al final de cuentas, siempre es lo mismo. / Apagó la radio, encendió las velas y al llegar la noche se durmió contenta. / Temprano en la mañana se levantó radiante y escribió con dentífrico en el espejo del baño su nuevo apellido. / Alzó la copa, la copa vacía, y brindó con nadie, llena de alegría. / Le dijo un verso, un verso de Whitman a la golondrina que pasó de prisa. / Entre las cortinas se perdió bailando, intentó una mueca, terminó llorando; tuvo mucho miedo pero fue muy lindo: / A las seis en punto, María tuvo un niño”.

martes, 7 de junio de 2011

La culebra de las Siete cabezas

Otra semana ocupada, pero sin perder los animos con el blog. Publico, esta semana otro escrito viejo.  Espero que los disfruten y aguardo sus comentarios aquí o en facebook!  Una historia al margen, este cuento lo escribí en base a un recuerdo familiar y se lo dedico a mi madre y  a la memoria de mis abuelos Carmela y Pillo.


La leyenda de la culebra de las siete cabezas

En muchas ocasiones la memoria engaña y resulta difícil separar la realidad  de la entelequia, pero aun hoy conservo en mi pierna derecha la marca de los aruñones que me propinó aquella serpiente el día en que Rafelito, Yara y yo nos quedamos solos con mi abuelo en El Almendro.

Fue de Rafelito la idea de bañarnos desnudos en el charco de la culebra de la siete cabezas.   Recuerdo que Yara tenía  vergüenza, pues antes de entrar al charco nos pidió a Rafelito y a mí que nos sumergiéramos para no verla en cueros.    Era algo idiota, Yara no tenía nada que yo no tuviera y ya Rafelito me había visto a mi se había dejado ver de ella, pero ella ni siquiera se miraba así misma cuando se desvestía, según me dijo Rafelito quien nunca se zambulló.

- El charco de la culebra de la siete cabezas que está a la entrada del arroyo – decía mi abuela -  es sumamente hondo y cuando la culebra siente el movimiento de las piernas de alguna persona, animal o cosa, con preferencia de niños o niñas  menores de diez años, emerge desde el fondo, mostrando en cámara lenta, cada una de sus cabezas, respirando agitadamente  y rasgando con sus garras la piel del ser viviente o inanimado que se atreva a molestar su letargo, y enviándolo, directamente, a ¡sufrir la ambivalencia de la vida del purgatorio!

La explicación de nuestra abuela, nos asustaba pero nunca tuvo mucha coherencia, en especial por el asunto de las garras de la culebra, animal que desde la maldición del Edén, y como ella misma nos contó,  se encuentra condenado al arrastre; además de que no existía ninguna persona, a parte de mi abuela, que hubiera visto la supuesta serpiente.

Aquel verano, del año 1988,  Doña María, dejó de ser la única testigo de los peligros de aquel lugar.

Mis abuelos vivían en el campo, en una pequeña propiedad a la que llamaban “El Almendro”, la cual está situada en la cima de una montaña, rodeada de cañaverales y bañada por las aguas del río Cazabe.

Con solo cerrar los ojos mi memoria reproduce cada detalle de aquella casa: era de madera, pintada de verde por fuera, techada de zinc; el piso amarillo al igual que las paredes interiores. En el jardín, una gran cruz azul protegía la morada de los peligros de la soledad del lugar.  No era una casa grande: tenía una sala separada del comedor por una pared de madera con dos huecos a ambos lados y una puerta en el centro.  Cada hueco hacía las veces de repisa o estante en el cual se ubicaban imágenes de patos, gansos, Jesús crucificado o la virgen llorando.  Tanto la sala como el comedor se conectaban con las dos únicas habitaciones.  Una era la enigmática habitación de nuestros abuelos, doña María y Don Bienvenido;  la otra el cuarto de las hembras.   Una terraza separaba esa parte de la casa de la cocina, la cual,  contrario a los demás lugares, no estaba pintada. 

La noche antes de nuestro viaje al charco,  Yara y yo, mientras tratábamos de diferenciar el sonido de los sapos, los ratones y los murciélagos de los alaridos incontrolables de un perro y varios gatos, empezamos a hablar de las cosas que no entendíamos de nuestras vacaciones en el campo:  la primera fue, por qué mis abuelos no tenían un carro.. era increíble, todos los de las granjas vecinas tenían un camión o un jeep, pero mis abuelos andaban a caballo como si viviéramos en el 1888 o como si fueran una Familia Amish de Pensilvania; la segunda,  dónde pernoctaban los varones, en especial, donde dormían nuestros primos, de vacaciones igual que nosotras, si la casa solo tenía dos cuartos y en uno estaban los abuelos y en el otro nosotras dos.  Siempre que le hacíamos ese tipo de preguntas a la abuela terminaba con un “la niñas no son curiosas”.  Por más que lo intento no puedo recordar ni una sonrisa de mi abuela, solo su moño recogido de tal forma que no podía observar sus orejas, su boca hundida, su frente abultada, su piel muy blanca y sus ojos miel, dulces, profundos, amorosos,  pero tristes y decepcionados.  Mi abuelo era todo lo contrario; veinte años mayor que mi abuela, la amaba devotamente;  tenía los ojos de niño, una sonrisa que brillaba y contrastaba con el azabache de su carne; sus piernas eran duras y sus abrazos podían sostenernos de cabeza a Rafelito, a Yara y a mí sin que su cara mostrara el más mínimo gesto de cansancio.  Ni en su cama de enfermó perdió su potente tono de voz que con solo recordarlo retumba en mis oídos, o su capacidad de dibujarnos sonrisas, complaciéndonos en todos nuestros caprichos.

Cuando el sol comenzó a entrar por las rendijas de las paredes de madera, mi abuela nos despertó; no fue difícil adivinar donde iría si estaba vestida de negro y en sus manos llevaba un rosario de cuantas púrpura  y un cancionero, que en letras doradas decía: “Mi canto para velorios”.  Nos advirtió que  saldría "a cumplir" con una prima segunda de su abuela a la que se le había muerto una yerna, y que nos quedaríamos Rafelito, mi abuelo, Yara y yo solos en “El Almendro” hasta que ella regresara.  Dejó comida preparada y nos pidió que la sirviéramos.

-          Eso sí niñas – nos dijo – pórtense bien, y no salgan marotear por ahí.

Yara y yo nos paramos enseguida de la cama, y nuestras mejillas enrojecieron al compás del baile de nuestros corazones cuando observamos la enlutada figura de  mi abuela, subida en su yegua,  partiendo hacía la hora santa, llevando en ancas a dos de mis primos y dejándonos a Rafelito, a Yara y a mí con todo un campo para nosotros solos, dada la absoluta permisibilidad de mi abuelo.

Así que, sin consultar a nadie, una vez mi abuela partió, los tres caminamos, jubilosos,  los quinientos treinta y siete pasos que separan al Almendro del arroyo y sin pensarlo dos veces, Rafelito y yo nos desvestimos y  saltamos a las estáticas aguas del charco de la culebra de las siete cabezas.   Mientras yo estaba zambullida esperando que Yara se desvistiera, escuché un grito que me hizo salir del agua; increíblemente cuando emergí, ni Rafelito ni Yara estaban en el charco.   En el suelo, junto a  unas rocas, reposaban nuestras ropas, y  juro por Dios que cuando me disponía a nadar para acercarme a la orilla,  sentí  en mi espalda, siete respiraciones asmáticas, ardorosos y  con un penetrante  olor purulento.  No me podía mover, y quería moverme.  En mi mente transcurrió,  rápidamente, la imagen de mi abuela contándome los castigos eternos de los niños desobedientes; me vi, en ese momento, devorada por el monstruo cuyo olfato me saboreaba, y de mis ojos empezaron a salir lagrimas que provenían de un lugar más hondo que el charco, al darme cuenta que por más que mis brazos se movían, mis piernas aun no alcanzaban el suelo. Llegué a una roca, ubicada en el centro del charco,  a la cual  me abracé y  lentamente trate de encaramarme: primero coloque las palmas de mis manos, después hice todo mi esfuerzo para empujar mi cuerpo hacia arriba de ella, logrando poner mi pecho, luego mi pie derecho y justo cuando iba a subir el izquierdo sentí una electrizante cosquilla en la planta de  ese pie que me hizo perder el equilibrio y caer de nuevo al fondo del agua, rozando mi muslo derecho todo el borde de la piedra.

Mientras mi nariz y mi boca recibían grandes cantidades de agua mi conciencia invocaba la presencia de mi mami, mi papi,  Jesús Crucificado o mejor Resucitado o de alguna de esas vírgenes lloronas en las cuales tanto creía mi abuela y justo cuanto pensaba que mis escasos ocho años de vida había llegado a su final y que mi visita al purgatorio era una realidad, un brazo fuerte me sacó del fondo del charco, y al abrir los ojos  pude ver el contraste de la blanca sonrisa y el poderoso color de la piel de mi abuelo.

De ese suceso han pasado veinte años y la leyenda de la culebra de las siete cabezas sigue viva gracias a las marcas de las garras del animal que aun tengo en  mi pierna derecha.  Como aquella última noche que dormí con Yara en el Almendro,  tengo muchas preguntas que no tienen ni tendrán respuesta.  Rafelito y Yara no saben explicarme porque me dejaron sola en aquella tenebrosa situación;   mi abuela, por fin, sonríe desde algún lugar del cielo y aunque mi abuelo también se mudó para  el mundo de las nubes, su brazo fuerte me seguí librando de las garras poderosas de todos mis monstruos reales e imaginarios.


Magnolia Méndez
27 de Enero, 2008







domingo, 29 de mayo de 2011

From San Pedro 2/7

From San Pedro

Su casa queda mirando hacia el Sur, en una calle llena de piedras y caliche, a poca distancia del malecón. El Sol de la primavera  entra por la parte trasera de su  habitación.  Los rayos traspasan la barrera de las ventanas de madera y de las cortinas de chifon. 
Su habitación es pequeña,  techada de zinc, con piso de cemento amarillo. Su cama está pegada de una pared y queda justo debajo de la única ventana. La furia de los mosquitos es apaleada por un mosquitero azul, sostenido en sus cuatro esquinas por  pedazos de tiras que lo sujetan a cuatro clavos.
Precisamente en uno de los clavos está colgado su uniforme. Está enganchado en una percha de metal en la misma forma como se vería puesto: un pantalón verde de satín, un delantal de satín rosado con incrustaciones de espejos y pedazos de cristales sujetados por trozos de cintas finas de doce colores distintos; una camisa verde cotorra con mangas abultadas y una capa, con las mismas incrustaciones que el delantal. Al lado de su cama, su mesita de noche de una gaveta: sobre ella su sombrero alto, con plumas de avestruz de doce colores y al lado de él,  un libro negro sobre el cual se encuentran sus lentes de miope y un recipiente de cristal,  dentro del cual se ven pequeña bolas moradas, algunos pedazos de ramas y un liquido, aparentemente denso, tapado con un corcho viejo y ruido. 
El hombre se para de su cama, desnudo; quita el mosquitero y forma con él una bola que coloca debajo del colchón.  Levanta sus brazos  y escruta  sus axilas en busca de algún hedor; al no conseguirlo decide colocarse su uniforme: primero el pantalón verde, luego, en cuclillas explora debajo de su cama y saca unos tenis blanco, dentro de los cuales se encuentra, embolladas, sus medias deportivas. Se pone las medias, los tenis, luego la camisa, se amarra el delantal y la capa  y se mueve...  Camina, tres pasos, hasta llegar a su espejo; este le devuelve la imagen borrosa de sus ojos miel, su piel negra intensa, sus arrugas perpetuas…   tres pasos hacia atrás y toma, de la mesita de noche  sus lentes de miope y la botellas con la sustancia purpura.  Se pone los lentes, abre la botella y se toma un trago. Se inclina sobre su cama, abre la ventana, ve el sol, toma otro trago,   Cierra la ventana, toma el sombrero  y sale de su habitación: Hoy le toca bailar.

lunes, 23 de mayo de 2011

La esquina de las hormigas

Tengo muchas cosas que hacer y no he podido escribir esta semana. Pero, no deseo perder la costumbre, y aquí publico un cuento escrito en el año 2008 durante un taller de escritura creativa:


La esquina de las Hormigas

Se pararon frente a la casa de doña Brígida sin ningún temor.  Aquello de que convertía los niños en sapo y que se transformaba en culebra, aumentaba el espíritu  aventurero de sus ocho años. 

Hoy, desde la esquina de tu expiación, escuchas el murmullo de tus hermanos, quienes, en otro cuarto, ven tus caricaturas favoritas.  Tratas de no angustiarte con el sonido incomprensible de la televisión y te dedicas a observar una línea de hormigas negras que salen del “toma-corriente” y se dirigen, rápidamente, a un pedazo de chocolate que rueda en el piso.

Las hormigas son ágiles y se ayudan en la labor de cargas los trocitos de chocolate; decides  romper su marcha y con tu dedito pisas un grupo de hormigas; las demás se alborotan y dispersan, pero ninguna se acerca a observar las hormiga que tu dedo asesinó.  Piensas que tus hermanos son como esas hormigas cobardes, pues mientras tu sufres hincando por la  represión injustificada de tu madre, ellos ni siquiera se acerca a ver si vives o estas muerto.

Víctor no era así.  El siempre estaba contigo y te apoyaba en cualquier circunstancias.  Sonríes recordando cuando llegabas del colegio y él te estaba esperando en el frente de tu casa.  Te preguntaba enseguida como te había ido en el colegio y si tenías muchas tareas que hacer.  Te comentó, en algún momento, que si el fuera a la escuela de ayudaría con tus deberes y así tendrían más tiempo para jugar.  Hoy Víctor está en una Escuela, gracias a tus hermanos y a doña Brígida y quizás aprenda muy pronto a leer o a escribir, sin embargo, ¿quién jugara contigo cuando el castigo termine? ¿Que es mejor, estar en una escuela lejos de papá y mamá o vivir con ellos y jugar todo el día?   Tú no entiendes como funciona el mundo, ni que es eso de no tener dinero, no encontrar trabajo, ni que un niño pueda vivir lejos de su papá y su mamá  solo porque ellos siempre lo dejan jugar.

En el fondo te culpas.  Si no te hubieras apresurado,  los chismes de tus hermanos no hubieran sido efectivos y simplemente todo caminaría como una marcha de hormigas hacia su alimento.

Pero aquel día fue especial.  Víctor  te estaba esperando con las manos detrás de la espalda y una sonrisa que delataba una gran noticia.  Enseguida lo viste, te acercaste a él y te dijo:

-          ¡Justin, conseguí la forma de ver el baño de Doña Brígida!

Te quedaste mudo.  Doña Brígida era la bruja del barrio,  que por muchos años fue  más vieja que tu abuela, pero que,  de un momento a otro y gracias a sus  conjuros mágicos, logró que su nariz, sus nalgas y su frente cambiaran y se volvieron iguales que a las de tu madre.

Se comentaba que todas las tardes tomaba baños en azufre caliente; que por las noches se montaba en su escoba y volaba hasta la casa de los niños recién nacidos para chupárselos; que había convertido a un perro en gato y que por culpa de ella el papá de Víctor no conseguía trabajo.  Los rumores eran diversos pero el más interesante era, precisamente, el proceso en el cual Doña Brígida ingresaba al baño de azufre  hirviendo,  saliendo sin quemarse.

Te extasiaste ante la sola idea de ver a la bruja dentro del agua hirviendo y no te percataste de que debías cumplir con el ritual de las hormigas e ir a tu casa, hacer los deberes y luego pedir permiso para jugar un ratito antes de la puesta del sol.  Pero no, saliste huyendo con Víctor  ansioso de confirmar el mito de la Bruja Brígida.

Tus hermanitos, esos mismo cuyas risas escuchas en este momento, deben sentirse felices; al fin fuiste castigado por el hecho de jugar con otros niños que no fueran ellos.  Víctor, tu único amigo, ya está en la Escuela, aprendiendo a leer, matemáticas y a escribir, mientras sus papas, solitos en la casa, siguen buscando trabajo.  Doña Brígida continúa siendo bruja, y tú, confinado en un rincón de tu casa, matas con tu implacable dedito, todas las hormigas que salen del conector del luz.

viernes, 13 de mayo de 2011

Pueblo 1/ 7

Monte

La mira y cree que el tiempo no se ha detenido. ¡Tantos años y sigue siendo igual! Está apoyada de la pared del inmenso comedor de su casa. Su pintura verde se ha desvanecido por pedazos, pero conserva el brillo del metal en las partes peladas.  Toca las gomas y las palpa lisas de rodar, pero sin ningún pinche. El manubrio con sus manecillas originales, una plaquita fosforescente en la parte delantera, justo debajo del canasto, aun blanco, y otra, en la parte trasera, debajo de la  parrilla del pasajero, justo arriba de la placa. Por último,  la campanita en el mismo lugar de cuando era nueva.
Se parece mucho al pueblo donde descansa.  El pueblo donde nació su padre, su madre, sus hijos y él. El pueblo donde conoció a Mercedes, donde construyó su casa y donde comenzó a montar su bicicleta. Encallado en algún lugar del noroeste,  a su pueblo ninguna brisa le entorpece su lenta y persistente decisión de envejecer.
Roberto no  decide si salir o no a dar una vuelta en ella y recorrer esas calles, conocidas, sabidas, anchas. Parece que la misma indecisión embarga a su pueblo, aquel lugar  testigo de una historia hermosa, albergue  de un reloj prestado, cuna de una generación épica y dueño de una montaña que  besa el Mar.
Don Roberto no sabe si usar o no su vieja bicicleta y salir a recorrer las esquinas, las calles y las lomas de su pueblo. No sabe si quiere volver a observar los chivos comiendo cartón y los niños saliendo de la escuela . No sabe si quiere ver las salinas vacías, el reloj que  ya no suena o simplemente recordar que los héroes ya murieron.

Ana Magnolia Méndez
Mayo 13/2011
Santo Domingo de Guzmán, RD

domingo, 8 de mayo de 2011

Fe


Vivía en una aldea, rodeado de desiertos, montañas  y cuevas. Su trabajo de militar le aseguraba el sustento de su familia y de otras ocho que lo ayudaban a pastorear su gran rebaño de ovejas. Tenía el concepto de que el trabajo era el único medio con el cual el hombre  dignifica su presencia en el Tierra y por ello les exigía a todos sus empleados que se portaran tan afanosamente como él.

No visitaba las sinagogas, no sabía leer y pocas veces oró.

Un día, uno de sus empleados, tuvo un fuerte, punzante y ensordecedor dolor en el costado izquierdo de su cuerpo. Con la ayuda de los demás pastores fue llevado a la casa de su patrón.  Allí fue recibido y cubierto en mantas,  mientras era esperada la llegada de algún doctor.


- Se trata de un tipo de ataque mortal, no creo que dure más de un día- dijo el médico

Su patrón no creyó en aquellas palabras.   


-  ¿mi mejor cuidador de ovejas? – dijo

Pronunció, delante del médico, siete palabras de negación y ordenó que le fuera ensillado un caballo pues, el mismo, saldría en busca de otro médico.  No había terminado de dar la orden cuando el caballo ensillado estaba en la puerta de su casa.   Lo montó  y salió.


Cabalgó por horas, preguntando en cada aldea si conocían a algún doctor. Conversó con varios médicos y, al narrarles el caso, todos consideraban innecesario ir a la casa del centurión: su criado ya debía haber muerto.

El centurión no acepto las negativas y continuó cabalgando.  El cansancio de su caballo era evidente, por lo que decidió detenerse en un poblado, cerca de un pozo, a tomar agua y a discernir si continuaba  su búsqueda al norte o al sur.  Observó que un tumulto estaba reunido  alrededor de un hombre joven, alto, de piel aceituna, pelo crespo, que les hablaba de forma muy convincente. Preguntó a otros hombres que merodeaban el pozo, quien era aquel. 


-    Se trata de uno de tantos que dicen ser el Mesías y que anda predicando por toda la región, seguido de un grupo de discípulos . Dice la gente que sanó a un ciego de nacimiento. 





Lo sintió en su corazón. Ese hombre era a quien él estaba buscando. El sanaría al  pastor.

Domingo 8 de mayo de 2011
Magnolia Méndez-Cabrera
San Pedro de Macorís

sábado, 7 de mayo de 2011

La Verdadera Magia

La Verdadera Magia es un nombre que evoca un cuento que leí hace unos años, cuando participaba en un taller de escritura creativa.

Narraba, ese cuento, la historia de un niño, de unos ocho  años, que descubre que la magia no existe, que todo eso que hacían los magos en los circos, no era más que trucos.  Su padre, desde sus adentros, piensa en como explicarle que la magia si existe y que la Verdadera Magia estaba, simplemente en vivir.

Pocas frases me han marcado tanto como esa.  La he utilizado en muchos momentos y escenarios y es la mejor para describir mi blog.

Ya he publicado una primera entrada, pero quiero establecer mis deseos y ambiciones con este blog. He llevado dos blogs en colaboración en mi vida: uno con mis alumnos de Maestría el cual, quizás por mi inexperiencia en la utilización del blog o quizás por la propia desidia de mis estudiantes, no fue todo lo que yo hubiese deseado.

El otro, lo lleve con mis estudiantes de pregrado y fue un éxito.  Me encantó la experiencia y más ver que no sólo mis alumnos lo utilizaron activamente durante el cuatrimestre, sino que otras personas también lo han utilizado y siempre será una herramienta de consulta para mis propios alumnos y alumnas, cuando tengan que recordar algo de la materia.  

Debo decir que escribir es mi pasión y mi utopía. Me encanta escribir y lo hago a diario pero mi utopía es que lo que yo estoy llamada a escribir, mi vocación, son los cuentos y casi no los escribo.  Duro años sin escribir un cuento y sé que eso es lo que me gusta...... y no lo hago.

¡Esta bueno de excusas! manos a la obra. Robándome un poco de la idea de mi hermana de publicar, diariamente, una fotografía, yo, siendo un poco más modesta, he tomado la decisión de hacer un poco de magia y publica un micro cuento semanalmente. Es un proyecto ambicioso para alguien que  se exige mucho escribiendo. Sé, de antemano, que no me saldrán bien los cuentos y que después de publicados desearé modificarle elementos. Me reservo el derecho de hacerlo, de modificarlo y cambiarlos.  

El otro temor, es un poco vanidoso, pero lo escribiré: ¿ y si alguien me los roba? ¿y mi derecho de autor?

Soy abogada y bueno, sé como funciona esto. Rememoro las palabras de Facundo Cabral, citando a uno de sus autores preferidos: que lo que me pierda de gloria, lo gane de eternidad pues lo que sí quiero es escribir, tener millones de cuentos, poder algún día sentarme a elegir para mi antología. Así que, agarro mi varita mágica e inicio mi proceso.

En algunas semanas, en lugar de cuentos publicaré mis clases de la universidad o alguna motivación de algún expediente que me parezca interesante o buena.  Pero en este blog se escribirá, en el Nombre de Jesús, mi Señor y Salvador!

sábado, 19 de febrero de 2011

Primera Entrada

Aqui está la primera entrada de mi blog.  Que puede decir, lo cree para publicar cosas que piense, pero creo que lo utilizare para publicar artículos a temas que me parezcan interesantes. Ya veremos que sale!!