Tengo mucho tiempo sin publicar, pero no tanto sin escribir. He decidido compartir, con quien desee leerlo, este cuento. Lo escribí el año pasado mientras iba en el camino a Nagua, donde, estuve impartiendo una docencia. Aun cuando es una carretera peligrosa y con mucha controversia, nada le quita su belleza .... a pesar de todo.
Este cuento no tiene que ver nada con Nagua, solo que fue escrito allí. Tampoco tiene nada que ver con algún evento real; todo ha sido inventado. Ojalá y les guste y lo comenten.
Mariposas revoloteaban en el jardín
Esa mañana, el sol brillaba sin picar, el rocío se esparcía en el jardín, una
brisa fresca entraba por las ventanas.
Todas las monjas usaban su velo mientras preparaban el desayuno.
La casa de ellas quedaba sobre el colegio. Vivían siete mujeres pero, en esos días recibieron de España a la superiora de la congregación junto a sus dos asistentes. Esta visita fue toda una sorpresa pues el
periodo de Sor Diana, como directora de los colegios, aun no terminaba y las superioras
españolas solo visitan para el cambio de mando.
Sor Diana, era, en Macorís, la Madre
superiora, Directora de los Centros Educativos y encargada de la congregación. Llegó al pueblo a
principios del año ochentisiete con una
misión: dirigir la Escuela Madre Teresa ubicada en el sector “ Pequeña Cueva”
una barriada pobre donde las monjas custodiaban una escuela pública
de educación primaria. Además debía administrar
el Colegio San Antonio, lugar donde
estudiaban los ricos de la sociedad.
La Escuela Madre Teresa llegaba hasta sexto de primaria. Era un espacio menudo, pintado de azul, lleno
de calor humano, en medio de una calle sin asfalto. Niños, como abejas en panal, un patio
cuadrado cercado de malla ciclónica, pizarras de madera pintada de verde, maestros .
Por otro lado, el Colegio San Antonio era grande y hermoso: mariposas
espontaneas sobre las flores, pinos y un inmenso framboyán. Una imagen de Cristo en el
centro, alrededor de la cual se
encontraban todos los jardines y frente a ellos las aulas espaciosas,
ventiladas. Laboratorios de física, de
química, de biológica, una pequeña pero bien documentada biblioteca, un patio
para los niños de pre escolar, con toboganes, sube y bajas… Un huerto hecho por
los mismos estudiantes sembrado de hortalizas y algunos árboles frutales. Un
salón con computadoras y varias canchas deportivas.
Las primeras semanas de Sor Diana en su nuevo puesto, incluyó la inspección
de los dos centros educativos, conversar con los docentes, conocer los
alumnos: en el caso de la escuela Madre
Teresa eran niños de menores de trece años.
Usaban falda o pantalón kaki,
camisa azul. La mayoría obtenían allí su
primera y única formación, en vista de que al terminar pasaban a ayudar a sus
familias en la casa, trabajaban en talleres de mecánica, se dedicaban a cuidar
sus hermanos pequeños.
Aquella realidad contrastaba con lo sucedido en el Colegio San Antonio. Los alumnos,
iniciaban en preescolar, terminaban en cuarto de bachillerato. Al acabar
el colegio un grupo ingresaba a una
universidad y otros se dedicaban a los
negocios familiares o formación técnica.
No siempre todo es fresco en la casa de las monjas del colegio; un ejemplo
fue el día en que Sor Diana revisaba los resultados de la inspección a los dos
centro educativos, en la época en que recién llegaba a San Pedro. Ese día, luego de una intensa temporada de lluvias, la
casa sin cortinas parecía un volcán y los mosquitos bailaban en enjambres por
las piernas de Diana, que sentada en el comedor leía varios documentos. A pesar
de ello, Diana le solicitó a Sor Lourdes un café. Sor Lourdes era alegre y pequeña y su única
función como religiosa era cocinar. Al
verla servir el café con prontitud, la cuestionó:
- Lourdes, ¿tu eres feliz?
- Que pregunta Madre… yo vivo. Nunca me he preguntado si soy o no
feliz. Nunca he tenido la oportunidad de
preguntarme nada de eso
Sobre la mesa Diana tenía un folio en blanco. Tomó un lapicero e inició a garabatear
palabras, dibujos y flores… luego escribió: oportunidad.
Aquellas tarde, aquel café, los
mosquitos y el calor, no impidió que Diana tomara una
decisión: haría un plan de becas para
beneficio de todos los niños que terminaran el sexto de primera en la Escuela Madre
Teresa. Para recibir estos niños abriría nuevas secciones a partir de sexto,
conjuntamente con una tanda vespertina y así mantener la matricula actual y
recibir los nuevo alumnos.
Además, Sor Diana pensó que como no podía asegurar que todos estos jóvenes,
al terminar, ingresaran a la Universidad, crearía unos talleres donde
aprenderían oficios técnicos conjuntamente con la formación escolar
regular.
Conocía personas dispuestas a ayudarlas con el impacto económico del
proyecto. Se sintió entusiasmada y
durante los próximo meses ideó la manera para conseguir su objetivo. Una noche le contó a Sor Lourdes con detalles
su plan:
- Madre, no subestime el aporte económico
que el colegio representa para la congregación actualmente. - le dijo la cocinera
- No lo estoy menospreciando, los actuales
estudiantes, permanecerán en el colegio, seguirán pagando su cuota
- Y de verdad ¿usted cree que ellos no migraran a otros
colegios? De verdad ¿usted cree que se querrán juntar con esos otros niños?
- Bueno, si ellos no quieren, que se vayan….
Todo esto había ocurrido en el año mil novecientos ochenta y siete… once años
después, el programa había sido ejecutado.
Como palabras proféticas de la monja cocinera, el colegio dejó de
producir elevadas ganancias económicas. Los alumnos nuevos fueron recibidos con
entusiasmo por Diana y las demás monjas mientras se despedían los antiguos alumnos.
Así el Colegio dejo de enviar contribuciones a la Superioras Españolas, la
estructura física empezó a envejecer … pero todo esto contrastaba con el
ambiente de armonía y felicidad que brindaban los estudiantes: niños felices continuaban jugando en el patio
y las canchas de colegio San Antonio; jóvenes solidarios se formaban en sus
aulas.
La visita de la Superiora Española parecía
un presagio ininteligible para las monjas que por primera vez se encontraban
inmersas en vivir su vocación de humildad y sencillez a flor de piel .
- Diana, necesitamos hablar – dijo la
superiora al terminar todas las monjas de desayunar.
Sor Diana se incorporó e invitó a su
superiora a la oficina. Allí esta le
dijo:
- Hace diez años te entregamos un colegio en
condiciones impecables que representaba ingresos mensuales con los cuales
subsidiábamos el asilo de ancianos que tenemos en El Soco, el de Baní y hasta
la propia Escuela Madre Teresa. Hoy tenemos una institución inconsistente
económicamente, la cual sobrevive gracias a las donaciones que a término
personales, y no por la institución, consigues.
- Madre, las donaciones no son a títulos
personal son para la obra, y continuaran aun después que mi periodo
termine. Y si, recibí un colegio lindo,
en buenas condiciones y dejó uno mejor:
un espacio donde los jóvenes tienen la oportunidad de pensar, de ser
solidarios, de crecer. Jóvenes
agradecidos de la oportunidad que se les dio y que contribuirán con el
futuro. Jóvenes solidarios. Capacitados, amables,
dejo un mejor colegio.
- Dejas, Diana, el fruto de tu ego…. Tu ego
que no ha sido capaz de pensar en toda la ayuda que ofrecía el colegio a los
ancianos y a otro niños; te importó más
complacerte …. Y es tan así que no eres capaz de explicar tus fracasos como
directora … ¿Sabes por qué?: porque
estas más ocupada consiguiendo donaciones que mirando tus alumnos; porque
tienes aulas con cincuenta estudiantes para poder cubrir las necesidades del
plantel sin importar que pedagógicamente eso es inconcebible … La decisión es irrevocable: eres removida del colegio y destituida de tu
posición de directora. Practicaras tu humildad enseñando a bordar en otro
colegio.
Sor Diana escuchó todo con obediencia.. al final ese también era uno de sus
votos. Miró por la ventana situada a un
costado de la oficina y vio que afuera el sol brillaba, mariposas revoloteaban en el jardín rociado, brisa fresca corría por las ventanas. Las monjas usaban su velo.
Nagua
20-8-2016
Me agradó mucho tu cuento. Veo que compartimos el gusto por escribir historias idealistas fuera de lo jurídico. Me alegra que tengamos eso en común.
ResponderEliminarEstá inspiradora la historia, aunque me entristecí al final.
Sigue escribiendo. No puedo esperar a leer tu próxima producción literaria. Felicidades!
Con cariño,
Oriana
Gracias por el comentario Oriana. Espero leer algo
EliminarTuyo muy pronto!