lunes, 9 de abril de 2018

Lo que me dejo “El Elemento”




Hace unos meses limpiaba la habitación de mi hijo y veía en YouTube una entrevista de Eduard Punset a un señor llamado Ken Robinson.  No recuerdo como llegué allí, pero lo que hablaba Robinson me llamó poderosamente la atención, así que decidí hacer una búsqueda en Internet y llegué a una conferencia impartida por Robinson para TED.

TED es, según Wikipedia, una organización estadounidense dedica a difundir ideas sobre ciencia, arte, diseño, política, cultura, negocios, tecnología, asuntos globales, desarrollo, entretenimiento y educación.

Pues, en esa charla Robinson habló sobre “El Elemento” y eso resonó al instante conmigo, tanto que pedí la traducción al español de su libro y sobre el quiero escribir hoy.

El Elemento puede definirse de muchas formas: Robinson dice que el Elemento es el punto de encuentro entre las aptitudes naturales y las inclinaciones personales; es hacer lo que te gusta y haciéndolo se sienten realmente ellos mismos: les parece que el tiempo transcurre de manera diferente y se sienten mas vivos, mas centrados y llenos de vida que en cualquier otro momento.

A mí, en mi colegio, me ensañaron que lo que Robinson llama Elemento se denominaba “Vocación”… y aquí abro un parentesis:  estudié en un colegio católico donde año por año hacían una semana vocacional cuyo objetivo fundamental era, en principio, conseguir monjas y sacerdotes pero que las religiosas de mi colegio decidieron darle una dimensión más extensa y lo que a mí me quedó de esas semanas fue que cualquier cosa que yo escogiera estudiar o hacer con mi vida una vez terminara la secundaria tenia que provenir de  mi alma; debía ser eso para lo cual yo estaba llamada y que solo yo podía traducir.   Y ese llamado es El Elemento.

Al leer el Elemento me transporté a esa época en la cual descubrí que me encantaba leer; que cuando cogía un libro y me gustaba demasiado no me interesaba dormir, solo terminarlo.  También me llevó a aquel momento en que murió una vecina y lo sentí hondo y para librarme de eso escribí una historia sobre ella y su perro que me liberó de mi angustia; recordé como, seguí escribiendo.  Y también me recordó cuando, junto a un gran amigo, fui al instituto anatómico de mi ciudad a estudiar cadáveres y como salí convencida de que no iba a dedicar mi vida a algo que no me despertaba la mas mínima emoción, aun cuando estuve frente a hígados, riñones y corazones reales.   Y así, gracias a mis padres y a mis profesores pude descubrir mi vocación y tomar decisiones de vida en torno a ella.

Bien, pues de eso trata de libro de Robinson: de que los sistemas educativos deben poder permitir que las personas desarrollen sus capacidades sin encasillarlas en prototipos que no siempre podrán representarlas.  Se trata de que cada ser humano debe tener la oportunidad de descubrir y ejercer aquello que le entusiasma, eso que haces no importa la hora, el cansancio o lo que implique.

Y tal como decía mi profesora Sor Margarita, cuando encuentras eso todo cobra sentido: es como el pasaje bíblico del hombre que encontró un tesoro  en un campo y fue a su casa vendió todo lo que tenía y compro ese campo. El libro de Robinson es un homenaje al entusiasmo, el cual no está encasillado en reglas, ni en preconcepciones sino que es tan único y singular como lo es cada persona, por lo cual los sistemas educativos deberían abandonar la estandarización y  apostar por ser más dinámicos y personalizados.

Estoy muy feliz de haber leído este libro y de deseo compartir algunas de las frases que subraye en el:

-       No hay que subestimar la importancia vital de encontrar pronto el trabajo al que quieres dedicarte. Esto hace posible que los alumnos que no rindan al nivel exigido puedan convertirse en guerreros felices.

-       Generalmente la gente parece creer que la vida es lineal, que nuestras capacidades menguan a medida que nos hacemos mayores y que las oportunidades que desaprovechamos las perdimos para siempre. Muchas personas no han encontrado su Elemento porque no comprende su permanente potencial para renovarse.

-       A veces equivocarse significa simplemente equivocarse. Pero si no estas preparado para equivocarte, nunca se te ocurrirá nada original

-       De este modo nuestro actual sistema educativo agota sistemáticamente la creatividad de los niños

-       El Elemento es el punto de encuentro entre las aptitudes naturales y las inclinaciones personales

-       Damos por sentado que casi todo el mundo puede aprender a leer y escribir. Si una persona no sabe hacerlo, no supones que es porque sea incapaz de ello, sino simplemente porque no ha aprendido. Con la creatividad pasa lo mismo: a menudo cuando la gente dice que no es creativa se debe a que no sabe lo que implica o como funciona la creatividad en la practica.

-       La gente se enorgullece de tener los pies en la tierra, de ser realista y sensata y se burla de aquellos que están en las nubes. Sin embargo mucho más que cualquier otra facultad, la imaginación es lo que distingue a los seres humanos de cualquier otra especie del planeta.

-       Las personas que fundamentalmente aman lo que hacen no piensan en ello como si fuera un trabajo en el sentido habitual de la palabra. Lo hacen porque quieren y porque al hacerlo están en su Elemento.

-       Hamlet decía: No hay que sea bueno o malo a menos que así se piense. La buena nueva es que siempre podemos intentar pensar de otro modo.

-       El mayor descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden alterar su vida modificando su disposición de ánimo… si cambias tu forma de pensar, pueden cambiar tu vida.

-       Los grandes profesores siempre han entendido que su verdadero papel no es enseñar una asignatura sino instruir a los alumnos.

-       Miguel Ángel dijo una vez: “El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que nuestras aspiraciones sean muy altas y las desaprovechemos sino que son demasiado humildes y las alcanzamos”


domingo, 11 de febrero de 2018

Tiempo Muerto

Para cualquier “cocola from San Pedro” leer “Tiempo Muerto” trae recuerdos:  el olor de la melaza, mis pies de niña sucios de cachipa, el sabor de unos domplines o de unos yaniqueques con chocolate, el punding de la Tía Smith…. Rememoré mis clases de inglés en el instituto de un Cocolo apellido Gums y lo ricas que eran las palmeras en The Annie’s Bakery, frente a los bomberos.

Todo eso me trajo el libro “Tiempo Muerto” una novela de Avelino Stanley, ganadora del Premio Nacional de Novela 1997 en la República Dominicana.

Y es que mi pueblo, San Pedro de Macorís, no siempre fue una provincia olvidada, de la cual toda la gente sale y a veces no vuelve; existió un tiempo en el cual lo que movía la economía de esta isla era la producción de Azúcar y en ese momento, mi pueblo, llevaba la delantera, con varios ingenios. Esto trajo a la ciudad mucha inmigración, de todos lados, pero en especial hubo una que la marcó y de ella se encarga Stanley cuando narra la historia de un inmigrante afrocaribeño, procedente de la isla de Nevis, que llegó a San Pedro de Macorís para trabajar en la industria azucarera por el año 1930; la historia se intercala  el proceso de picar la caña, la dura vida del batey durante la zafra y cuando esta termina, el drama del trabajador azucarero que mendiga una pensión y hasta una identidad, con  las costumbres “cocolas” su gastronomía, formas de pensar, religión y su característica forma de ser.

Es increíble como las cosas caen en el olvido.  No ha pasado un siglo de que vivíamos de picar la caña y hacer azúcar y parece aquello como una historia lejana, sin impacto ni relevancia… y por eso, quizás, para alguien que no lo haya vivido, no entienda el valor de Tiempo Muerto…. O quizás sea justo que hablemos más de lo que pasó y de que aun pasa en un Batey, que abordemos nuestra herencia Cocola con orgullo, que tomemos más Guavaberry  y que difundamos el gran legado que aún vive en las ruinas de San Pedro de Macorís, donde, aun, un Guloya  danza cuando el sol goes down.


Ahh y sí quieres saber que es Tiempo Muerto:  lee el libro!